Un dominio lingüístico en estado latente: notas para el estudio del español hablado en el Marquesado de Moya.*

 

por Martín Muelas

 

 

         La demarcación que es objeto de nuestro estudio ha sido una zona que por razones geográficas, culturales e históricas han confluido en ella gentes y tradiciones de tres dominios bien diferenciados: el castellano, el aragonés y el catalán-valenciano. [i] En consecuencia, es posible plantearnos como hipótesis de trabajo si el español hablado en estas tierras participa de alguna manera de esta triple intersección.

         Por los datos que hemos manejado e insistiendo en las líneas de investigación propuestas por el profesor Diego Catalán, [ii] parece evidente que a lo largo de todo el Sistema Ibérico, desde la Rioja a las costas surorientales de La Península, y por razones que luego explicaremos, se desarrolló un dominio lingüístico sobre cuya disposición Norte-Sur incidiría por el Oeste de forma avasalladora el castellano y por el Este, en menor medida, el catalán. Lo que explicaría que el español hablado en esta zona participe con toda claridad de algunos resultados propios de los dominios aragonés y riojano, y del propio catalán, aunque hoy estén en franco retroceso.

         Estas páginas están encaminadas a lograr una primera aproximación a ese estado de lengua muy particular, constatable aún en los planos fónico, morfosintáctico y léxico, y corroborado por apreciaciones diacrónicas, que unidas a las circunstancias histórico-socio-culturales en las que se producen, pueden ayudarnos a reconstruirlo con  alguna objetividad.

         Nuestro estudio está planteado con los argumentos propios de la Geografía Lingüística, para evitar así el juego pintoresco de quienes se han ocupado de recopilar términos aparentemente propios de la provincia de Cuenca sin ningún tipo de interpretación seria. [iii] Para ello, hacemos una brevísima introducción histórica y geográfica del Marquesado de Moya como unidad cultural que todavía hoy sigue plenamente vigente, y cuyo destino histórico común puede servirnos para explicar de forma coherente todos los fenómenos lingüísticos aquí señalados.

         Las localidades donde se ha desarrollado mi trabajo fueron seleccionadas precisamente con el fin de corroborar esta uniformidad. En Moya, Santo Domingo, Fuentelespino, Casas de Pedro Izquierdo, Alcalá de la Vega, El cubillo, Garaballa y Talayuelas he conseguido encuestar a 37 sujetos informantes y recoger unas quince horas de grabación que constituyen el corpus central de nuestro trabajo. A partir de él, he pretendido llegar al diasistema de esta comunidad lingüística mediante los idiolectos de cada uno de los sujetos informantes. Y, si bien en ningún  momento he aspirado a describir la totalidad de su sistema lingúístico, creo que aquí se consiguen las coordenadas básicas para intentar reconstruir un estado de lengua que, por razones sociolingüísticas difíciles de explicar en pocas líneas, está en franco retroceso.

         Hechas estas aclaraciones previas pasamos sin más a la parte central de nuestro estudio.

 

I.- INTRODUCCIÓN GEOGRÁFICA E HISTÓRICA.

         Las tierras del Marquesado de Moya han tenido desde siempre un eminente carácter fronterizo y su propia configuración orográfica ha facilitado que, aun siendo adscritas administrativamente a Cuenca, los contactos de sus gentes se hayan orientado con preferencia hacia las provincias de Teruel y Valencia. Este hecho tan aparentemente simple ha hecho que cuestiones externas en un principio a la propia lengua, hasta cierto punto, la configure de una manera especial.

         Esa misma configuración geográfica ha hecho posible que en estas tierras se haya mantenido como constante histórica un continuo movimiento de población norteña hacia las tierras del sur, en busca primero de nuevas tierras que repoblar y en busca de pastos cálidos después, con las consiguientes implicaciones de mestizaje cultural que son fáciles de suponer y como corroboran los frecuentes matrimonios mixtos entre personas de este amplio dominio. [iv]

         Los pocos datos históricos que poseemos son suficientemente significativos para confirmar esta hipótesis de triple confluencia para nuestra zona. En efecto, aquí parece que convivieron Los Olcades (Iberos) y Los Lobetanos (Celtas), formando un grupo mixto, el celtíbero, que constituía una auténtica sociedad de tránsito entre los pueblos típicamente mediterráneos y los del Interior. Este carácter fronterizo se mantiene igualmente durante la época de ocupación musulmana, hasta que en 1209 cae definitivamente del lado castellano y Alfonso VIII otorga carta de población para estas tierras. [v]

         A partir de este momento se confirma ya ese movimiento de gentes procedentes de tierras norteñas. En su repoblación consta que participaron algunos riojanos: Pedro y Fortún García, así como otros caballeros destacados del señorío de Atienza: Pedro Fernández y Pedro Vidas, [vi] utilizados por la política imperial de Alfonso I junto a sus aliados francos del otro lado de los Pirineos para “meterse a los figados” de los territorios musulmanes del Sur de España. [vii] Del origen franco de algunos de estos repobladores dan buena cuenta tanto el apellido Perpiñán como una localidad denominada Narboneta.

Hasta bien entrado el siglo XIV, y debido a la muerte sin descendencia de D. Juan de Lara, se mantiene un señorío navarro, iniciado por Pedro Ruiz de Azagra, que llega hasta Monteagudo y que se anexiona los señoríos de Molina, Cañete y Moya por el matrimonio de D. Juan Núñez de Lara con una Azagra, aspirando incluso a la independencia tanto del reino de Castilla como del de Aragón. El intento de estos caballeros riojanos fracasa finalmente y tiene que integrarse en alguno de estos dos reinos mencionados si quiere participar en la conquista de Al-Ándalus. Y esta integración se hace ya casi con arreglo a la actual división administrativa. [viii]

         Pero si hemos dado cuenta de estas breves notas es precisamente para justificar la modificación de algunas de las isoglosas trazadas en el A.L.P.I. Así, las de guizque y ansa que respetan estos límites administrativos tendrían que ser ligeramente modificadas y se aproximarían entonces a los límites de los movimientos de población y políticos que antes apuntábamos; para ansa habría que situar su límite occidental justo en los límites del Marquesado, y para guizque y variantes, el límite occidental coincidiría también con los anteriores, en lugar de extenderlo hasta Tarancón. Tenemos así una primera coincidencia de algunos resultados lingüísticos con el devenir histórico común de estas tierras. [ix]

         Por otra parte, todavía hoy son fácilmente perceptibles algunas características socioculturales que nos hacen pensar inmediatamente en Aragón o en Valencia: traje típico, folklore, tipo de vivienda y demás manifestaciones populares, a pesar del secular proceso de castellanización. Y este mestizaje cultural, donde se dieron mano en su momento las peculiaridades de cada uno de los tres reinos, pensamos que todavía hoy es perceptible en algunos resultados lingüísticos muy concretos según intentamos demostrar a continuación.

        

I.- ESTUDIO LINGÜÍSTICO

 

         Los resultados actuales de las unidades distintivas coinciden casi totalmente con los resultados propios del castellano general, y más concretamente con los del español vulgar, aunque hay todavía hoy algunos casos conservados que apuntan a la interferencia apuntada por nosotros.

         Así, en el vocalismo, frente a algunos resultados propios del español vulgar en los que no podemos detenernos aquí, encontramos también algunos casos que se aproximan a las soluciones propias del dominio aragonés en unos casos, y del catalán en otros. A la tendencia generalizada de cerrar las vocales de grado medio /e/, /o/ en (i), (u) en determinadas posiciones, tendríamos que añadir también un aumento considerable de los contextos de (): (augár)(*) (“ahogar”), que en algunos casos se soluciona con la interposición del elemento consonántico velar (g): (agóra), (agún)(*) (“aún”), fenómenos propios del aragonés, y que se extienden a casos de fonética sintáctica: (a láura de komér)(*) (“a la hora de comer”) que convive con (a la góra de komér)(*). La aversión por las vocales en hiato y su sustitución por un diptongo o por la introducción de una consonante antihiática parece coincidir igualmente con una característica señalada por A. Llorente para la Rioja alta. [x]

         El resultado (wa), (wo) < - o latina, señalados por Menéndez Pidal para el aragonés, podría explicar (Fwankaljénte) y (Fwamblaņoa), así como (tǫroe)(*) (“tuerce”), difícilmente explicable sin (wo) originario.

         Respecto a las consonantes, hay algunos casos muy significativos y que confirman claramente la hipótesis aquí defendida. En el resultado de f- latina convive el tratamiento propio del castellano con el aragonés. [xi] Así se explica que junto a forcate (“horcate”), farineta (“harineta”), faloria (“mentira”), faldal (“falda”), forco (“horco”), resultados típicamente aragoneses y catalanes, convivan Hontanar, Henarejos, topónimo que en Murcia es fenazar, etc.; e incluso en algunos casos se mantiene la antigua aspiración aragonesa: juancaliente, juera (“fuera”), jorguín, jumera, etc., sin que tampoco falte su conversión en (o): cinca (“finca”).

         A influencia del aragonés se deben sin duda los resultados l-> (l): llero (“lero”), llares (“lares”), llastimica (“lastimica”) y s->ŝ, ĉ, o: chiflar<sifilare, chulla<suilla (“chuleta”), zuro<suber y zamploño (“sapo”). Respecto a lleta (“hoja tierna”) todo indica pensar en un derivado del cat. Folieta, con lo que el resultado coincidiría con el de (lj) del aragonés antiguo y del catalán. [xii]

         Algo parecido sucede con los grupos consonánticos. Pl- aparece conservado en plegaur (allegador) y plegar (recoger), voces consideradas típicamente aragonesas; cl- en lavija (cast. clavija), apunta hacia una conservación intermedia entre la conservación aragonesa y la palatalización castellana y lo mismo sucede con los grupos con yod: junto a cordellate, encontramos tenilla<tendícula, corvella<corbícula, conil, catalán conill, y cello<cíngulo (cast. cejo). Como en aragonés, aparecen casos de conservación de c’l y g’l: ascla, riscla, cingla, cinglo, conviviendo este último con el resultado castellano ceñajo.

         Los grupos –ns- y –bl- se conservan en ansa (“asa”), pansío (“pasado”) y nublo (“nulo”); [xiii] por su parte, es también frecuente la sonorización de una oclusiva sorda tras nasal y, esporádicamente, tras líquida: penga (“penca”), Peña Menga, rangura, arrengar<renicare y llanda (“lámina de metal”), voz que Corominas da como valencianismo. [xiv]

         Por último, además de algunos fenómenos referidos al vocalismo y al consonantismo propios del español vulgar que aquí adquieren una relevancia especial –casos de epéntesis: angallones, munchacho, ansina, muncho, cayíamos, trayían, etc.; metátesis: ablentar, y otros-, cabe destacar unos cuantos resultados que obedecen a restos de algunas características dialectales del aragonés antiguo. Así, la primitiva conservación de sordas intervocálicas se documenta en cocota, acacharse, pescatero, [xv] vinatero, [xvi] y miqueta; confusión que se hace extensiva a otros casos: caveta/gaveta, camella/gamella (“curva del yugo”), guarniz (“codorniz”), etc.

         En cuanto a los esquemas acentuales, aunque coinciden con bastante aproximación con los del español general, hay algunas características propias que obedecen sin duda a influencias dialectales. Se observa cierta aversión por la acentuación esdrújula: analísis, telegráfo, cantára, etc., y, sobre todo, es claramente perceptible un acento secundario que dota de una especial tonalidad la manera de hablar, el “deje”, que dicen ellos; este acento secundario lleva consigo un reforzamiento del acento principal y supone una entonación con mayores altibajos que en el español general: sácerdóte, satísfécho, agrícultór (*), y, sobre todo, en los pronombres átonos:        cómeté el bocadíllo, tíralé la garróta (*), etc.

         Algo parecido sucede con las curvas de entonación, unidades estas significativas, pero que incluimos aquí por coherencia expositiva. La mayor intensidad acentual, ya citada, hace que tanto las cadencias como las anticadencias sean más pronunciadas que en la dicción normal al llevar un acento secundario en la primera parte de la secuencia. Así, incluso las interrogativas con un elemento inicial acentuado van acompañadas de una curva ascendente que se convierte, por tanto, en una redundancia y, por lo general, el acento se traslada a la primera sílaba: ¿á que me tráis amí aquí?, ¿vérda que la barchílla es el almú?. Por lo general, casi todas las curvas de entonación se hacen ascendentes, aunque con cierta gradación: 1) apelación; 2) interrogación; 3) aserción; 4) exclamación; dotando así al habla de ese “deje” característico.

 

III.- UNIDADES SIGNIFICATIVAS

          III.I.- MORFOSINTAXIS.

 

         Como es lógico, en ningún caso pretendo hacer aquí una exposición exhaustiva  del comportamiento morfológico de cada una de las tradicionales partes de la oración y tan sólo me fijaré en aquellos aspectos morfonológicos que puedan apoyar la hipótesis central de este trabajo.

         Los comportamientos morfonológicos más destacados en este sentido son los siguientes:

- Conservación del género femenino para los sustantivos acabados en

-or: la rigor, la olor, la calor; mantenimiento igualmente como femenino para puente: la puente los franceses.

- Desdoblamiento de género en casos que el castellano general

 Considera invariables, introduciéndose en estos casos diferentes significaciones, casi siempre despectivas: ovejo/oveja, peloto/pelota, liebre/liebro, badil/badila, cesto/cesta, etc. Rasgo característico del aragonés antiguo. [xvii]

- Morfonemas intensivos propios del dominio aragonés-riojano, por

 un lado, y del catalán por otro: -asco, trigasco, pinasco; -azo, -izo, esquinazo, ramblizo, marginazo; [xviii] -ucio, perrucio, carrucio, -ico, piacico, racimico, mocico; -ete, -ote, erote (“era pequeña”), corbellote, sardinetas, majete; -ejo, corralejo, gorrinejo, etc., todos ellos con connotaciones positivas o despectivas según los casos; relacionado sin duda con el sufijo árabe –in, presente en Albarracín, encontramos un morfonema específico del sustantivo indicador de un valor próximo al superlativo: calorina (“calor grande”), peñacina (“si no traspone lo matan de una peñacina que le soltaron”), identificable también en jovenzano y mardano; su conservación puede ser debida a la larga permanencia en estas tierras de población musulmana.

- En cuanto a las formas adverbiales, junto a vulgarismos más

 generales, cabe señalar: tonde (“hasta donde”), dalto (“encima”), arrape (“hasta arriba”), a zaga ) (“detrás”), agora, asina (“así”), ainas (“casi”), paina (“hacia arriba”); la correlación hoy, mañana, pasado, es sustituida en su último término por esotro día que completa la serie este, ese, esotro; frente a tal vez se da la expresión sintáctica característica en la zona qué mi sió (“qué me sé yo”).

- A influencias dialectales obedece sin duda la utilización del artículo

como presentador de los sustantivos madre y padre, aun hablando entre hermanos: ¿no te acuerdas cuando lo contaba la madre?.

Por lo que se refiere a la sintaxis, habría que señalar algunos fenómenos

relacionados con todo el español coloquial: importancia de la afectividad, el sistema de interrogaciones y ponderaciones, los dobles sentidos, el principio de la economía, simplificación de nexos, etc., que aquí se salen de nuestros límites de espacio y de nuestros objetivos; pero no queremos pasar por alto una construcción de clara influencia catalana: la construcción de lo que podríamos llamar tiempo cuando se hace generalmente con a la: a la mañana se toma un café; al verano aquí se llena esto de gente; a la noche nos juntábamos en las cuadras; como era a la mañana pronto, etc., construcciones idénticas a sus correspondientes catalanas al matí, a l’estiu, al cap vespre… [xix]

        


* Este artículo es un breve resumen de mi Memoria de Licenciatura, leída en la U. de Madrid en 1980 y que obtuvo la calificación de Sobresaliente con opción a Premio Extraordinario. Por condicionantes tipográficos, los signos fonéticos marcados con (*) no se reproducen de manera ortodoxa; para cualquier duda remitimos al texto original, que será publicado íntegramente, y en cualquier caso, seguimos las convenciones utilizadas por Tomás Navarro Tomás, Manual de pronunciación española.

[i] Cfr. Sanchís Guarner. “El valenciano es una variante del idioma catalán”. El País, 14 de diciembre de 1979.

[ii] Cfr. “De Nájera a Salobreña” (Un dominio lingüístico en estado latente). En Homenaje in honorem R. Lapesa. Madrid, 1975. V. III. Pp. 97-121.

[iii] Dividir nuestra provincia en sus tres comarcas naturales para interpretar a partir de ahí los fenómenos lingüísticos es pura y llanamente inútil; más aún cuando se buscan algunas explicaciones que sobrepasen los límites de la ingenuidad: tal es el caso de ablientar, o la oscura etimología de Caracenilla, que no es, desde luego, una cenilla cara sino un topónimo tomado por sus repobladores de otro idéntico del Norte de Italia. Nos estamos refiriendo, como se puede suponer, al libro de Pedro Yunta, Conquesismos, C.P.A. de Cuenca, 1978. Trabajos de este tipo poco contribuyen al conocimiento de nuestra geografía lingüística.

[iv] Un paraje del término de Alcalá de la Vega se denomina precisamente El mojón de los tres reinos..

[v] Cfr. Julio González, La repoblación de Castilla la Nueva, Madrid, Universidad Complutese, 1975.

[vi] Ibid. P. 173.

[vii] Ibid. P. 198.

[viii] Cfr. Martín Almagro, “El señorío Soberano de Albarracín bajo la casa de los Lara”, en Historia de albarracín y su sierra, IV. C.S.I.C. 1964.

[ix] Ver mapa correspondiente del A.L.P.I. MAPA nº 1.

[x] A. Llorente Maldonado. “Algunas características del habla de la Rioja Alta”, en Actas del XI Congreso de Lingüística y Filología Románicas, IV. pp. 1965-67.

[xi] Cfr. Menéndez Pidal. Orígenes. P. 233.

[xii] Compárese con el catalán llet, “planta lileacea de hojas lineales”. Vid. Pompeu Fabra, Diccionari General de la Llengua Catalana. Barcelona, 1968 (5ª ed.).

[xiii] Para la extensión donde se han conservado estos grupos, Cfr. Corominas,  D.C.E.L.C.

[xiv] Cfr. Corominas, Diccionario Crítico-Etimológico de la Lengua Castellana (D.C.E.L.C.), Madrid, 1976.

[xv] Cfr. Alonso Zamora Vicente, Dialectología Española, Madrid, Gredos, 1970, (2ª ed.) p. 230.

[xvi] Alcover, Diccionari Catalá-Valenciá-Balear, VII. P. 442.

[xvii] Cfr. V. García de Diego, Caracteres fundamentales del dialecto aragonés. Zaragoza, 1919, p. 87.

[xviii] Esta forma convive con el aragonés margín, Cfr. Corominas, D.C.E.L.C.

[xix] Cfr. Badía Margarit, Gramática Catalana II. Madrid, 1962, p. 46.