Capítulo III

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69. RABADE OBRADO, Mª Pilar.- "Los judeoconversos en la época y en la corte de los Retes Católicos". Tesis Doctoral, Universidad Complutense, Facultad de Geografía e Historia. Madrid, 1990. 1.111 págs.

Hay edición reducida, con el título "Una élite de poder en la corte de los Reyes Católicos. Los judeoconversos". Sigilo. Madrid, 1993. 293 págs. Nosotros hemos manejado la tesis, Col. Tesis Doctorales de la Universidad Complutense, 165/90.

Extenso análisis del tema y repaso ajustado a todos los aspectos de la cuestión, aunque destacaríamos sus puntos de vista en el religioso, doctrinal y social, con gran acopio de fuentes y exhaustiva bibliografía. Rastrea con bastante eficacia la trayectoria vital y particularidades de los conversos más relevantes de la Corte, que según Rábade son Fernando Álvarez de Toledo, Juan Arias de Avila, Andrés de Cabrera, Juan Díaz de Alcocer, Fernán Núñez Coronel/Fernán Pérez Coronel, Juan de la Parra, Fernando del Pulgar, Fray Hernando de Talavera y Diego de Valera, y pone de manifiesto importantes aspectos de su vida privada y pública. Creemos que, si no agota las posibilidades del tema, constituye el mejor punto de partida para un profundo análisis de la cuestión, sin olvidar los trabajos de Martínez Ortiz y Fidel Fita. En cuanto a Cabrera, es sencillamente el trabajo más completo realizado hasta la fecha. En nuestra opinión, restituye al marqués de Moya al puesto que le corresponde en la historia, después de un silencio de siglos, y nos descubre aspectos insólitos que no conocíamos, o conocíamos mal. Por ejemplo, deja perfectamente claro lo confuso de su ascendencia en las fuentes clásicas, fundamentalmente la Colección Salazar, véase págs. 521/527, y en especial 524, aspecto que constituye un dato esencial para situarle en el numeroso grupo de población de procedencia conversa, que da la impresión de ser más amplio y preponderante de lo que a primera vista podría suponerse. En cuanto a su vida, establece varias etapas claramente datadas que marcan su promoción social, robusta y mantenida más que fulgurante. Llega a la corte por la vía militar siguiendo los pasos de su hermano Pedro, y es introducido por Juan Pacheco, Marqués de Villena, en calidad de doncel (1451). Pasa en 1455 al puesto de camarero del ya rey Enrique IV, en franca relación de consejero. A raíz de la campaña militar de Granada, ingresa en la Orden de Santiago. Ocupa la mayordomía de la Corte en 1462, al ser promocionado Beltrán de la Cueva, que deja vacante el cargo, como hará Cabrera en 1480 a causa de su condición de marqués. Nótese que se trata del cargo de mayordomo de la casa real, y no mayordomo mayor, oficio que ostenta Francisco Pacheco, marqués de Villena, de modo hereditario. Sobre las características de estos cargos, véase Pinel, Retrato, págs. 63/64. Se afianza sólidamente en el favor del rey, que le entrega el gobierno y justicia de Segovia a raíz de la rebelión de 1468, tomando los oficios de Pedro Arias Dávila. Es éste el hecho crucial que le llevará al poder, ya que a partir de este momento Segovia será poco menos que su taifa, y no olvidemos que, si no podemos hablar todavía de capital del reino, es la residencia principal del rey, que comparte en menor medida con Madrid, aunque, siempre temeroso, Enrique IV se hace construir en el Monasterio de El Parral sus dependencias privadas, extramuros de la ciudad. Solamente la rebelión de 1476 limitará parcialmente el omnímodo poder de Cabrera, véase J.J. Echagüe Burgos, “La corona y Segovia”, pág. 116. Desempeña un papel esencial en Guisando, 1468, y entre esta fecha y 1470 obtiene, primero, la tenencia del alcázar de Madrid, y luego el alcázar de Segovia, a donde son llevados los tesoros regios, aunque éstos quedan, de momento, a cargo del maestresala Rodrigo de Tordesillas. Es recompensado ya con importantes mercedes en Moya, y casa por estos años, quizá en 1467, con Beatriz de Bobadilla, criada y amiga personal de la Infanta Isabel, circunstancia decisiva en la vida de ambos. Es llegado a este punto que surge la auténtica prueba de fuego para don Andrés al tener que enfrentarse abiertamente al Villena, hasta entonces mentor y amigo, valido y señor efectivo del reino, ya que apuesta por el bando contrario, y apoya a Isabel, inspirado por varias personas y dejando a salvo como mejor puede la fidelidad a su rey y amigo. Esta actitud produce la reconciliación de Segovia, 1473, y el empuje final y decisivo a los reyes de Sicilia, que a la muerte de Enrique van a agradecer largamente el valor demostrado. Vienen luego las Cortes de 1478, 1480, y las mercedes: Marquesado de Moya, Condado de Chinchón, etc. Aún habrán de vencer un obstáculo final a la muerte de su reina y máxima protectora, al tener que recuperar por la fuerza de las armas el alcázar y gobierno de Segovia, en 1506/1507, véase Colmenares, cap. XXXVI.

Maneja Rábade amplio repertorio de fuentes documentales e impresas, que por referirnos sólo a las que hacen referencia a los Marqueses de Moya, podríamos resumir así: Colección Salazar; A.G. de Simancas: Mercedes y Privilegios, Cámara de Castilla, Libros de Cédulas de Cámara, Contaduría de Mercedes y Juros, R.G. del Sello, Patronato Real, Quitaciones de Corte, Cámara Real y Diversos de Castilla; B/N Mss 1310; Colmenares, Fernández de Oviedo, Palencia, Enriquez del Castillo, Galíndez de Carvajal, Valera, “Crónica Incompleta de los RR.CC”, Santa Cruz, Zurita, Pinel y Monroy, y repertorios como Carrete Parrondo y A. de la Torre, "Cuentas de Gonzalo de Baeza", etc. Nos aporta casi todo cuanto ya sabíamos, y mucho más, aparte de sugerir vías de investigación muy prometedoras.

En cuanto a la vivencia religiosa de los Marqueses de Moya, se limita al por ahora único documento esclarecedor, que es el testamento de 1509, véase pág. 661 y ss., del que pueden obtenerse algunas conclusiones. Establece Pilar en el cap. III, “Religiosidad y práctica religiosa entre los conversos”, varias categorías siguiendo en esto a Dominguez Ortiz, a saber: criptojudíos, cristianos sinceros, escépticos, y posiciones intermedias (sincréticos, dubitativos, etc). No obstante la necesidad de un análisis más completo y profundo de la cuestión, podríamos encuadrar a los primeros marqueses de Moya en la segunda clase a juzgar por varias disposiciones de su testamento, entre las que están lo tocante a la sepultura, que hoy día podemos constatar en las ruinas del convento de Carboneras, y las disposiciones finales. Véase nuestras notas a Pinel y Monroy, y su expreso rechazo a la “pompa e vanidad deste mundo”, fórmula usual por otra parte, compárese con el testamento de Fernando el Católico de Aranda de Duero (26/4/1515), cláusulas 6ª y 7ª, en "Dogmas nacionales del Rey Católico", Madrid, 1953, pág. 345, por F. Gómez de Mercado, y el de Madrigalejo, cláusula 5ª, en pág. 391, o bien el mismo en la Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, 1943, págs. 583/591. Llama la atención el contraste entre su repugnancia a la ostentación, lo que implicaría claras connotaciones de espiritualidad muy contemporáneas, con la disposición de decir nada menos que 4000 misas (Fernando mandará 10.000) a cargo, preferentemente, de franciscanos y dominicos, y cierto fetichismo reliquial: sabemos por el P. Altuna, libro III, pág. 415, que poseían los marqueses de Moya un fragmento de la cabeza de Fray Bartolomé de Texeda que, como es sabido, apareció separada del cuerpo y fuera del sepulcro, milagrosamente. Es también sintomático de sus preferencias el deseo de testar el rescate de doce cautivos, a ser posible escogidos entre sus vasallos de Segovia, no de Moya. Eso sí, para el enorme gasto de estas mandas, y otras, deciden sean tomados dos quentos de maravedís de las rentas de Moya, no de Segovia, y dos quentos más de la misma procedencia si no fuera suficiente. En cuanto a las rentas del matrimonio, disiente Rábade de la opinión de Molina Gutiérrez en el sentido de no aceptar el hecho de un patrimonio inicial nulo, aunque sí incomparable con el que obtienen por su acostamiento al poder. Además, hace Rábade un más completo acopio de información, aunque tampoco presta atención suficiente a la vía de capitalización que suponen sus cargos de monedero. Comienza el enriquecimiento de los Cabrera ya en vida de Enrique IV. Sólo al inicio del reinado de los Reyes Católicos, posee don Andrés juros de heredad por valor de millón y medio de maravedís, y otras mercedes procedentes casi exclusivamente de donaciones reales.

70. REAL ALARCON, Manuel.- "Pueblos de mi Cuenca". Cuenca, 1978; 260 págs., 1 mapa. Idílica versión de la tierra con algún dato interesante. Landete, en pag. 183, donde dice haber visto la Colección Andrés, y el viejo y querido Café Maenza. Otros lugares: Campillos Sierra, Carboneras, Huerta del Marquesado, La Huérguina, Salinas del Manzano y Talayuelas.

71. RICA, UCETA, REAL, GONZALEZ, DIAZ, RUEDA, MUELAS Y VILLAR.- "Carboneras de Guadazaón". Cuenca, 1984. Folleto de 36 págs., láms. Poética visión de Carboneras con alusiones a la Santa Hijuela, los Marqueses, y algo de historia en el conocido tono uncial de la Rica. Hermosas fotografías y dibujos.

72. ROKISKI LAZARO, M. Luz.- "Arquitectura del siglo XVI en Cuenca". Dip. Provincial de Cuenca. Serie Arte, nº 2. Cuenca, 1989; 464 págs.

Gran base documental. Ver Andrea Rodi, supuesto autor de las trazas del convento de monjas de Moya, según protocolo existente en el A.H.P. de Cuenca, febrero de 1580, en el que otorga poder a Juan de Ayala, vecino de Cuenca, para cobrar de Diego Pacheco, gobernador y justicia de la Villa y su Marquesado, cierta cantidad otorgada por la marquesa a cambio de "hacer las traças y condiciones para el monesterio que su señoria Illustrisima quiere mandar que se haga en la dicha villa de Moya...", aunque nosotros seguimos la pista de Pedro de Tolosa, del que tenemos algunos datos importantes. Podría ser que las trazas fueran de Rodi, y enviadas a El Escorial para ser rubricadas, como ocurre con las del claustro de la catedral de Cuenca, Muñoz y Soliva, Obispos, pág. 211, o bien Mateo López, Memorias, vol. I, pág. 305, que atribuye dichas trazas al arquitecto Vandelvira. Es éste un asunto que podría deparar las mayores sorpresas. Habla Rokiski de Andrés Oropesa y Martín García, constructores del Hospital de la Madre de Dios. Véase también Llaguno y Amírola y Cean Bermúdez, "Arquitectos y Arquitectura de España".


73. ROMERO SÁIZ, Miguel.- "Semblanza serrana". Cuenca, 1988; 209 págs., 8º. Recopilación de leyendas, etimologías, etc. Interesante capítulo de repoblación. Apariciones de vírgenes. La Santa Hermandad, con interesantes documentos. Fiestas populares, excursiones, etc. Todo escrito en forma de paseos por la tierra. Algunas historias del carlismo, que ya apuntan al trabajo siguiente, y partes de operaciones contra maquis.

74. ROMERO SÁIZ, Miguel.- "Las guerras carlistas en Cuenca. 1833-1876, o La carlistada en Cuenca y su tierra: entre la Mancha y la Sierra. Retrato de una guerra civil. El carlismo en la provincia de Cuenca". Cuenca, 1993; 255 págs. Popourrí de datos tomados de aquí y de allá del prolífico Cronista de la Serranía, sin pretensiones de tratado. Se agradece bastante la incursión en la historia contemporánea.

75. RUIZ CRESPO, Manuel.- "Impugnación Crítica al Tizón, que contra la antigua nobleza Española se dice haber escrito el Cardenal Obispo de Burgos Don Francisco de Mendoza y Bobadilla, el año 1560 ...". Sevilla, 1849.

Respuesta airada al Tizón, con 300 años de retraso. El doc. nº 1 del apéndice reproduce la "Declaración del Sr. Rey D. Felipe II sobre nobleza y limpia ascendencia de D. Andrés de Cabrera, primer Marqués de Moya", págs. 79-92. Véase Col. Salazar, vol. 9/323, fº 346, carta de Felipe II a Enrique de Guzmán, embajador en Roma, para que Sixto V amplíe el breve de Gregorio XIII en favor de Andrés de Cabrera, y ff 348/349, iden., iden., para que el papa le autorice a hacer una declaración de limpieza de sangre del I marqués de Moya y sus descendientes. Interesantísimo documento, que incrementa las sospechas de lo contrario que pretende, al prohibir remontarse más allá de Don Andrés en los expedientes de limpieza de sangre. No era nueva esta sana medida, que recibía el nombre de cuarentena, y se aplicaba hasta la tercera generación, aunque su uso fue limitándose con medidas restrictivas al paso que se radicalizaba el rechazo social hacia los conversos en la sociedad castellana. Llama la atención este privilegio, que contrasta con la conocida obsesión de Felipe II por la limpieza de sangre de sus súbditos, véase por ejemplo "Los conversos y la limpieza de sangre en la España del siglo XVI", por J. Ignacio Gutiérrez Nieto, en Torre de los Lujanes, 26, año 1994, págs. 153/165; o bien su invencible pretensión de configurar una España de castas en "La discriminación de los conversos y la tibetización de Castilla por Felipe II", del mismo autor, en Revista de la Universidad Complutense, XXII (nº 87), 1973, págs. 99/129.


76. RUMEU DE ARMAS, Antonio.- "Cristobal Colón y Beatriz de Bobadilla en las antevísperas del descubrimiento". Museo Canario. Las Palmas de Gran Canaria, 1960. Folleto de 26 págs.

Documentado seguimiento del itinerario de Colón en los meses anteriores a la partida, elaborando una hipótesis muy plausible según la cual mantuvo estrechas relaciones con una sobrina de la marquesa, del mismo nombre. Véase A. Ballesteros Beretta, “Cristóbal Colón”, vol. IV de su Historia de América, “Colón en la Corte”, pág. 434 y ss., y “Las Acostaciones”, pág. 458 y ss., donde se analiza someramente la posible aunque hipotética intervención de la marquesa de Moya en los asuntos del genovés. Pero es Alejandro Cioranescu el mejor conocedor de las relaciones que unen a la señora de La Gomera, apodada "La Cazadora" para distinguirla de su tía, "La Bobadilla", con Cristóbal Colón, véase "Colón y Canarias", La Laguna, 1959, págs. 119/151, donde trata de separar cuidadosamente las referencias históricas a cada una de ellas, tradicionalmente confundidas, no sólo a causa de la coincidencia de nombres y contemporaneidad: por ejemplo, J. Boscán, en su traducción de “El Cortesano”, sustituye limpiamente a la "Señora de Boadiglia" por "la marquesa de Moya", véase la edición de 1942, a pesar de haber conocido a Castiglione, embajador en la corte de Carlos V, que publica su libro en 1506, todavía viva la marquesa de Moya. Llama la atención, de todos modos, el empeño de Cioranescu en librar a Beatriz La Cazadora del estigma de la liviandad, y atribuir a la otra, La Bobadilla, las referencias comprometedoras de su virtud, aceptando acríticamente las veladas acusaciones de Palencia, pág. 129, y poco menos que colgando a la marquesa el sambenito de prostituta: véase en pág. 141 su versión de la anécdota sucedida a un tal Alonso Carrillo, personaje de la corte, y narrada por Castiglione. Es, no obstante, un trabajo básico para entender del asunto, con importante aporte de fuentes y el más detallado árbol genealógico de los Bobadilla, al que remitimos a quien quiera bucear en la familia de la marquesa de Moya. Véase también I. Rodriguez y Fernández, "Historia de Medina del Campo", Madrid, 1903-1904, y Muñoz de Rocatallada, "La Marquesa de Moya".

77. SAEZ, MUELAS ALCOCER, FERNANDEZ CANO, GARCIA PEREZ.- "MOYA (Cuenca). Geografía. HISTORIA. Turismo". S/l, 1969; 142 págs.

Popourrí de trabajos de cierta utilidad divulgadora, y algo de bibliografía. Saez presenta sencillamente el mismo trabajo que luego veremos en 1983, puntos y comas, con algunas variantes que le permite el hecho de haber consultado el Archivo Municipal de Landete, donde hay algunos legajos de la escribanía de Moya. Por ejemplo, da en éste la fecha de 5/6/1762 para la fundación de la Pía Memoria, mientras que en “Llave de Reinos” aduce documento que la sitúa en 7/6/1760. Presenta Muelas una semblanza de los Marqueses de Moya, y García Pérez un resumen de su lamentable tesina, algo más conviccente que aquella, aunque sigue ocultando el hecho de haber consultado la Colección Andrés, y hace Fernández Cano una Descripción General, con datos estadísticos muy útiles, sin aportar fuentes, excepto el Madoz, 1848.